¿Por qué tenemos lagartijas en Buenos Aires?

Aparecen por sorpresa. Los jardines y algunos espacios de las casas son sus lugares preferidos. Son muy rápidas y se pasean tranquilas en un ambiente en el que no tienen predador, a menos que aparezca un gato juguetón. Se trata de una especie de lagartija exótica que ya vive en casi todos los barrios porteños y que se cree llegó hace casi 40 años a estas latitudes.

Las altas temperaturas, que aún se registran en mayo, favorecen las apariciones de las salamanquesas (tarentola mauritánica), de las que se detectan entre 900 y 1000 especies: «Las que habitan en la ciudad de Buenos Aires y ya se han extendido al conurbano bonaerense o ciudades como Rosario son los geckos», explica a Infobae Matías Pandolfi, doctor en Biología, especialista en Zoología del Conicet-UBA.

«Por lo general, para esta época se esconden en grietas de las paredes o cuevas y, en unas semanas, entran en una especie de hibernación. A principios de junio se esconden por las bajas temperaturas y empiezan a reaparecer a principios de septiembre«, agrega el experto que igualmente aclara que en el invierno alguna puede ser observada buscando un poco del calor de la luz solar.

Haciendo uso de las capacidades adhesivas de sus extremidades estas lagartijas pueden trepar paredes y vidrios. Hay registros de que han llegado hasta un octavo piso, en la ciudad de Buenos Aires. No llegan por las cañerías como los alacranes o cucarachas.

«También se las puede ver de noche, cerca de las lámparas porque como se alimentan de insectos, esperan allí para poder capturarlos», detalla Pandolfi.

Los expertos sostienen que, en la Ciudad existen dos especies de geckos, una con cabeza más maciza que la otra. Eran vistos con mayor frecuencia en los barrios porteños de Flores, Floresta y Chacarita, aunque actualmente pueden haber extendido sus poblaciones a otras zonas.

Testimonios de vecinos de Parque Chas, Villa Urquiza, Núñez, Belgrano, Devoto, Villa Luro y las localidades bonaerenses Martínez y Villa Dominico confirman que es así.

«Vivo en Parque Chas y, sobre todo cuando hace calor, es habitual que aparezcan estas pequeñas lagartijas. Al principio me sorprendió verlas, pero después me habitué a ellas y me hice amiga. Son beneficiosas, porque comen insectos. Al mismo tiempo, son muy asustadizas, así que no hay motivo para temerles. El problema en casa son los gatos. Tengo tres y enloquecen cuando las ven, las persiguen y alguna llegó a quedarse sin cola… Porque cuando las sujetan, se les desprende y ellas se escapan. Después les vuelve a crecer», contó Nora Gómez.

Horacio Patrone, un hombre que desde su cuenta de Facebook reproduce sus fotografías sobre naturaleza, se preguntaba hace unos años: «¿Gecko o lagartija? Toma de hace un rato en la Reserva Ecológica de la Costanera Norte». Es que también estas lagartijas aparecen en los grandes parques.

Aunque no hay un censo oficial de la población, quienes las estudian reconocen que se puede apreciar un aumento. «Llegaron a fines de los 70 en barcos. Es cuando se hacen los primeros registros. Se cree que arribaron en las cargas de corchos o maderas desde África. Y los primeros barrios en donde aparecieron fueron los del sur de la Ciudad. Ahora hay en casi todos los barrios, conurbano bonaerense, Rosario, Montevideo, Asunción, Guayaquil. Son muy adaptables e invaden estos ambientes», detalló Pandolfi.

El museólogo y naturalista Claudio Bertonatti destacó que en el caso de las lagartijas, que son animales exóticos, la población tiene su propia dinámica. «El primero de los efectos del cambio en las temperaturas es que especies de climas tropicales podrían estar expandiendo su distribución geográfica en climas templados que se van tropicalizando, como sería nuestro caso. Pero cada especie tiene su esquema de evolución. Por suerte, los geckos son urbanos; su evolución en ámbitos silvestres podría ser catastrófica. La convivencia con los humanos es distinta», explicó el experto.

Las reacciones de las personas que las ven por primera vez varían: a veces provocan miedo o hay otros que intentan cazarlas y adoptarlas como mascotas.

«No hay registros de que estos animales causen algún riesgo. Pero, hay que aclarar que no es un buen animal para mascotismo. Además de que pueden dar alguna mordedura con los dientes que tienen si se intenta agarrarlos, para la alimentación necesitan otros insectos vivos», dice Pandolfi que explica que la reproducción de la especie, que mide entre 5 y 15 centímetros, se da en el ambiente: ponen dos huevos en una maceta, por ejemplo, y luego viven hasta 8 años.

 

Fuente: Infobae