En el Ministerio de Ambiente y Espacio Público porteño afirman que en los primeros cinco meses de este año hicieron 10.533 intervenciones de desratización, lo que equivale a 70 por día, cuando en igual período de 2018 fueron 5.297. En ese año se hicieron 12.859 en total.
Entre los expertos, detrás de esta proliferación hay una razón: las obras en la Ciudad. «El comportamiento de las ratas está afectado por la gran cantidad de obras que se están desarrollando. Las obras implican movimiento de tierra, y con ellas hay más desplazamiento de roedores», explica Olga Suárez, del Laboratorio de Ecología de Roedores Urbanos de la Universidad de Buenos Aires. Para la investigadora del Conicet es imposible saber si en la Ciudad de Buenos Aires hay más o menos ratas. Primero porque no hay un censo que indique su población exacta; segundo porque el dato de cuántas son es sesgado y varía en virtud de la cantidad de trampas que se coloquen.
«Pero sin dudas se observa una mayor dispersión«, dice y profundiza: «Las ratas se mueven en función de la oferta de recursos. Alimento, agua y refugio. Si disponen de ellos, los desplazamientos son limitados, pero si alguno se altera van a dispersarse».
En Espacio Público dicen que la desratización consiste en lainstalación de cebos en lugares donde se detectó actividad de roedores. Pueden ser espacios verdes, escuelas, bibliotecas, centros culturales y museos, teatros, hospitales, cementerios y polideportivos. Los cebos son consumidos por un ejemplar del grupo, que al volver al nido indica que es comestible. Luego, el resto de los roedores lo consumen y unos días después el nido se extingue debido a su ingesta.
Pero para entender el fenómeno no sólo hay que mirar hacia abajo, a los movimientos de excavación. Lo que ocurre en el cielo también influye. «Las lluvias inciden en la dispersión de las ratas», agrega Olga Suárez. «Se inundan las madrigueras y las ratas también deben moverse». Según datos del Servicio Meteorológico Nacional, las precipitaciones acumuladas desde el 1° de enero hasta el 26 de junio en la Ciudad de Buenos Aires son 58 milímetros, dos puntos menos que en 2018 (mismo período), aunque este junio podría ser el más lluvioso en territorio porteño y desde que empezaron a llevarse registros, en 1906.
La percepción de estar viendo cada vez más ratas también se asienta en otros números. Según el registro de la Agencia Gubernamental de Control de la Ciudad, en 2018 hubo 862 denuncias por presencia de roedores en comercios y sólo en los primeros cinco meses de 2019, 615.
Las denuncias al Sistema Único de Atención Ciudadana por el mismo motivo también crecieron: en 2018, hubo 6.920 y, desde enero hasta mayo de este año, ya suman 5.215. «En enero y febrero hubo un pico a partir del brote de hantavirus en el sur del país. La gente se puso en alerta», explican desde el Ministerio de Ambiente y Espacio Público porteño, donde también marcan que a cada reclamo se le dio seguimiento y que se hacen inspecciones y tareas preventivas en forma semanal, tanto en calles como en lugares críticos donde se estén desarrollando obras.
Una rata, en promedio, puede tener entre nueve y 10 crías. Sus procesos de gestación además son muy rápidos: una que nace el 1° de junio puede reproducirse a fines de agosto y antes de que termine septiembre ya tuvo crías. En la Ciudad de Buenos Aires hay tres tipos: la rata parda, la negra y el ratón mus. La primera hace sus madrigueras en la tierra, usa el agua, invade a través de alcantarillas y pozos, y habita en especial en las costas del Río de la Plata y el Riachuelo, también en las villas porteñas. La segunda es aérea. Se la puede ver en cables, techos y árboles, donde anida. Mientras que la tercera corresponde al ratón doméstico, más chico y frecuente en casas y comercios.
Para Gonzalo Fariña, director de la empresa Antiplaga Norte especializada en control de plagas urbanas, algo en esa prevención falló. «Los particulares están obligados a hacer una desratización antes de una demolición, pero ¿qué pasa cuando es el Estado el que hace la obra?», plantea. Dos años atrás, participó en tareas de desratización en las villas 31 y 31 bis, previo a que ahí empezaran los trabajos para colocar las redes cloacales, pluviales y de provisión de agua. Luego ya no fue convocado por el sector público, sólo por privados. Ahí observa que a lo largo de este año los reclamos por aparición de roedores sufrieron un pico: «La demanda creció un 50% en los últimos tres meses. Son números que no refieren unicamente a mi compañía, sino a todo el sector», dice Fariña, ex presidente de la Cámara Argentina de Empresas de Control de Plagas.
«Un ejemplo de cómo las ratas están dispersándose se observa en los colegios«, agrega Fariña y alude a las escuelas que suspendieron sus clases por estar infestadas. Son las «Coronel Carlos Tomás Sourigues», en Flores; la «Rosario Vera Peñaloza», en Almagro; la primaria “Marcelo T. de Alvear”, la N° 9 Florentino Ameghino y la Superior N° 4, las tres de Caballito. «Las escuelas no son un lugar de alimento para las ratas. Si están ahí es porque seguramente perdieron su madriguera y, en la búsqueda de otro lugar, invaden».