Se llama Titán, es un golden retriever y es el primer perro que presta terapia de asistencia judicial en Argentina. Va y viene entre las oficinas de un equipo de treinta personas -que, confiesan, no pueden evitar darle alguna cosa de comer cada vez que se lo cruzan- y cumple una función exclusiva: interactúa con niñas, niños y adolescentes que deben declarar como víctimas o como testigos en causas de abuso sexual, maltrato, lesiones, grooming o violencia de género.
Tiene cinco años y trabaja para el Ministerio Público Tutelar de la Ciudad. Espera las instrucciones y obedece enseguida: se sienta cuando le dicen, se recuesta cuando le dicen, se queda quieto cuando le dicen. Y jadea cada vez más rápido cuando las caricias se le acercan a las orejas.
“El efecto es inmediato. Una nena nos dijo que es lo mejor que le pasó en el Poder Judicial, por el que ya tuvo que pasar varias veces. Es un sistema que ya se implementa en Estados Unidos, Canadá, Francia, España y Chile”, cuenta Yael Bendel, titular del Ministerio que incorporó a Titán hace un mes.
Cada día, en el edificio de la calle Perú en el que funciona esa dependencia judicial porteña, hay entre tres y cuatro entrevistas en las que nenas, nenes y adolescentes declaran en una habitación en la que alguien del equipo de psicólogos les hace preguntas. En la habitación hay micrófonos, domos y cámaras: en el techo y también en una lámpara, apuntando directamente a la mesa en la que los chicos a veces dibujan como parte de la entrevista.
Todo eso se transmite en vivo a una sala en otro piso del edificio: allí escuchan el juez, el fiscal, las partes querellante e imputada de la causa y otro psicólogo. En el Ministerio Público Tutelar, los chicos -a veces víctimas directas, a veces víctimas indirectas en casos de violencia de género y a veces testigos- ya no declaran en una Cámara Gesell: esto evita que tengan que pasar por donde está el imputado antes de entrar a la entrevista.
Titán está en la antesala de donde se hace la entrevista. Los chicos llegan, están un rato con él, y eso los descomprime, los alivia, les hace bajar el nivel de estrés. Cuando salen de declarar, vuelven a estar con él: eso hace que rápidamente conecten con algo que les hace bien, y salgan del relato que acaban de dar”, cuenta Bendel.
Según explica, el equipo de psicólogos ya observa que “el contacto con el perro antes de entrar disminuye la angustia y la ansiedad de los chicos, y el juego al salir neutraliza la movilización emocional que les genera volver sobre un hecho que les generó un trauma”.
Desde que llegó al Ministerio Público Tutelar -de cuyo edificio sale cada dos horas para pasear-, Titán recibió y esperó a cuatro chicos que declararon en la Sala de Entrevistas Especiales y estuvo en el momento en el que se produjeron dos revinculaciones entre familiares.
“En esas revinculaciones el perro está ahí mismo cuando se da el reencuentro entre algún padre o alguna madre y un nene, una nena o adolescente que no ve a ese pariente hace mucho tiempo. Su presencia descomprime ese momento, lo facilita“, explica Bendel, y suma: “Es una implementación progresiva, pero va a estar disponible para todas las entrevistas. Y se está criando un segundo perro que se incorporará al equipo: para cuando Titán no pueda estar o por si hay algún chico alérgico. Es que será de raza Labradoodle, que tiene mucha presencia en hospitales y no genera alergias”.
Titán llega todas las mañanas con Carlos Agudo: es su criador, su entrenador y un empleado del Ministerio que, desde hace un tiempo, circula por el edificio con comida para perro en una riñonera. Le da una de esas pelotitas de alimento balanceado cada vez que Titán -en los pasillos le dicen “Titi”- da la pata.
“En cada camada se elige al perro más equilibrado en la escala de carácter que puede tener, que va desde inseguro hasta agresivo dominante. Titán fue el más equilibrado de la camada. Entre sus sesenta días y sus seis meses recibió educación que, básicamente, consistió en enseñarle a ser un perro de terapia para chicos. Que si le tiran de las orejas o de la cola, o si lo pisan, lo tome como un juego“, cuenta Carlos, con Titán sentado al lado, la correa uniéndolos a los dos.
Es una desensibilización: hacés todo eso jugando y el perro aprende que es un juego. Lo premiás cuando sale bien, y el castigo es no premiarlo. Nunca pegarle”, suma el entrenador. “Ya trabajó en centros terapéuticos de niños, y ahora llegó al Poder Judicial. Enseguida se nota cómo los chicos que llegan tímidos, nerviosos, sonríen cuando lo ven, juegan, lo acarician. Entran distendidos y salen con ganas de volver a estar con él”, explica Carlos. Alrededor de Titán, una ronda de periodistas se turna para hacerlo jadear a fuerza de caricias.
Titán, el golden retriever que acompaña a chicos que deben declarar como testigos o víctimas ante la Justicia.