La pandemia, y su respectivo aislamiento, pateó el tablero de una ciudad con un núcleo gastronómico bastante concentrado en un sector del mapa. Se encargó, casi sin querer, de acercar una propuesta a cada barrio. Para que cada persona que caminara sus permitidas cuadras, encontrara un espacio donde comer rico y refugiarse.
Abrazando estas propuestas es que hoy, casi de casualidad, MALEVA encontró seis lugares entre Saavedra y Núñez donde podés terminar tu día maridando un platito inesperado y una copa. De empanadas con sabor a familia a cócteles con ingredientes desafiantes, nuevas chinches para que sigas marcando el mapa gastronómico local.
1) Taytay: empanadas bolivianas con una emotiva receta familiar / Conde 3800.
Desde que puso un pie en el barrio, esta esquina cercana al Parque Saavedra se llevó varias miradas (la mía seguro). Quizás es el color de sus mesitas que juegan a ser la bandera de Bolivia, el cartel de entrada con la figura de un vistoso hombre de bigotes o su concepto: las empanadas bolivianas.
Nicolás Cámara construyó su local a su imagen y semejanza. Con ayuda de años de experiencia en el rubro gracias al mítico El Horno de Palermo (restaurante familiar que cerró en los 2000) y su ojo afilado en el oficio de director de fotografía, formó en pocos metros cuadrados algo que lo representa y, a su vez, convoca.
Sobre su incursión como dueño (que se pasa su vida en su proyecto), cuenta: «me crié en una cocina. La pandemia fue un cliché: me separé, me mudé, cambié de rubro y me puse a cocinar para vender. En un momento se descontroló. Alquilé este lugar, hice la obra yo y abrí en septiembre».
A diferencia de su profesión anterior, la gastronomía lo conecta con sus clientes por «esa fibra que toca». Como si la emotividad no fuera suficiente, la receta con la que prepara sus empanadas fue «rescatada» y recreada por él, luego de que su padre perdiera el habla y sus abuelos fallecieran, sin ninguno dejarla escrita. La búsqueda de ingredientes y cantidades fue perfecta y hoy ofrece una clásica empanada de carne y una pukapa (con cebolla, ají picante y queso) imperdibles para maridar con diferentes torrontés salteños, de altura o de productores amigos.
Taytay es el modo en el que se saluda con respeto en quechua a un padre. Hoy, con su masa amarilla dulzona y relleno cargado de caldo, ofrecen la celebración y respeto que esta conjunción agridulce merece.
Mesita, copa de torrontés, empanada salteña boliviana (son MUY grandes) y a disfrutar viajando desde cualquier lado.
2) Rosie Café: la pastelería que el barrio necesitaba… más unas copitas/ Ruiz Huidobro 3049.
Entrar a Rosie es conectar con ese lugar en el que te sentís cuidado. Desde el cenicero y taza que te saludan, con sus muebles y colores, hasta esa sonrisa familiar detrás del mostrador que indica que saben lo que van a ofrecer.
Después de mucho tiempo como capitana de los locales de Fermento, Trinidad Benedetti sintió que era su momento de conducir algo propio. Su idea era armar algo chico pero encontró el local ideal, soñando en un taller mecánico fuera de funcionamiento por más de 15 años. Mientras la lista de arreglos interminables descendía, su sueño iba tomando forma y color. Paredes verdes, sillas rosas y un mostrador lleno de delicias que van rotando acorde a la temporada.
«Ahora todos hacen cocinas muy chicas y vi lo bajo que queda el techo en cuanto a producción. Acá no solo puedo crecer, sino que por el tamaño puedo armar movidas culturales«, cuenta Trinidad, que de chica soñaba con tener un Centro Cultural y hoy planea hacer eventos los viernes para compartir con sus amigos, colegas y artistas.
Saavedra todavía es muy barrio y eso le recuerda a su infancia en San Martín. El saludo de los vecinos, la compañía de los perros que ubican sus bebederos y esa camaradería de iluminar el barrio y «hacerlo». «Acá somos cuatro trabajando. Los vecinos me vieron hacer el cemento alisado. Yo quería una pastelería de barrio, en un barrio. Apostar y llegar primero, no cuando es hipster«, destaca.
Según la cocinera, su chipá es el más rico del mundo. Tanto es así que a veces se vuelve a sorprender al comerlo. Sin embargo, para el momento del vino, no hay como el Rojaiju (que significa «te quiero» en paraguay) que es un pan de maíz con topping de ricota cremosa, mermelada de pimientos y nueces garrapiñadas. Un bocado agridulce que marida perfecto con un Paso a Paso. Aunque ¿qué de este menú no vale la pena probar y maridar con una copa? (si no estás en la onda vinito, hay una limonada de yerba mate que es súper recomendable).
3) Al fondo bar: detrás de un concepto gastronómico innovador, hay un gran cocktail / Campos Salles 2145.
La casa en la que todo sucede, es una locación de esas a la que nadie dejaría pasar. Una construcción antigua (de 1920) refaccionada de manera tal que convoca en cada espacio a una propuesta única y de vuelo propio. Así son Piedra Pasillo y Al Fondo Bar.
«Queríamos un espacio donde la experiencia con los cocktails fuera distinta a lo que hay. Un lugar más experimental donde jugamos con macerados y una carta de autor muy bien llevada a cabo», relata Tomás Couriel, uno de los socios del proyecto. Además de los tragos, la búsqueda de la carta de comidas está en acompañar y cambiar de manera dinámica, buscando su protagonismo y espacio.
A diferencia de otros locales, Al Fondo coquetea con un speakeasy. No por sus claves o secretos, sino por estar ubicado justo detrás de Piedra Pasillo. Otro desafío aceptado por Matías Senia, Lucas Canga, Pablo Garriga y Tomás. El bar ofrece algo de teatralidad, con un telón por atravesar, techos altos, paredes de ladrillo y una barra colorida que emerge entre el cemento.
Su recomendado de la carta es el trago número 4 (sí, los cócteles tienen número por nombre) con julep de cedrón, burrito, naranja y durazno. Para acompañarlo, nada como un platito de quesos.
4) Wide: un bar de vinos que apunta a la expansión / 3 de febrero 3620.
Desde Venezuela, Hans Ratmiroff, comenzó con su fanatismo por el vino. «El vino era el vínculo con la música y el arte. Allá no había tanto consumo de vino, así que me incliné por el café, que fue lo más cercano en complejidad. Cuando quise expandirme llegué a la Argentina. Desarrollé una cafetería y creamos Forma Café también en Núñez, barrio al que llegamos por la cuarentena y en el que quisimos seguir creciendo», relata Hans.
El feedback del barrio era ideal y ávido de más propuestas. Luego de buscar durante meses, encontraron este local que tiene una vereda súper interesante para aprovechar. «Dentro del mundo del vino hay un mercado y consumo creciente más especializado. El público se ha vuelto muy exigente. Estar dentro de este nicho en su raíz es muy apasionante», explica Hans que apunta a ser más que un bar de vinos en su búsqueda gastronómica.
A diferencia de otros locales, Wide compra a proveedores cercanos para estimular el comercio barrial y completar la experiencia. La carta de vinos está curada por Flora Francola, y va desde bodegas reconocidas a algunas de pequeños productores. La estrella (cuyas botellas se van de las manos) es hoy el Batallero. Y, para acompañarlo, nada mejor que quesos servidos con miel de ajo o un boniato con salsa de maní al limón que la rompe en sabores.
5) Vereda adentro: adentro pero en la calle, el paraíso de los vinitos naturales / 11 de septiembre de 1888, 3201.
A veces, cuando algo tiene que ser, no importa cómo, dónde, ni cuándo… pero pasa. Mientras Lucía Bulacio tenía la idea de abrir un proyecto, Tania buscaba alguien que generara un emprendimiento gastronómico en su local. Esas casualidades de la vida reunieron a Christian, de Yiyo el Zeneize, con Tania. Y, así, entre vermut y vermut, a Pamela Godoy y Lucía con ellos.
Con la experiencia de la Feria Salvaje, Pamela y Lucía sabían cómo encarar un proyecto con una arraigada cultura de vinos sensibles y conscientes. Cuando se encontraron con la esquina cuya vereda, al elevar el portón, seguía dentro la propiedad, todo se suscitó más rápidamente. «La barra del bar está hecha con terrazo elaborado con botellas de vino natural recicladas que tenía en mi casa», agrega Lucía sobre la imponente barra blanca que marca la ochava perfecta de su bar.
«La onda del bar es que sea de paso. Que vengas, comas un platito, tomes una copa de vino y continúes. Pero a la gente le encanta quedarse porque es una vereda hermosa», reconoce Lucía que destaca sus quesos y charcutería para maridar con sus vinitos blancos. Sin embargo, como las porciones son individuales, podés animarte en una o dos veces a probar la carta y hacer tu propio menú de pasos.
En cuanto a la selección de vinos, cierra: «todos los vinos son nuestros favoritos. Porque están muy vinculados con la consciencia, con la naturaleza y con el cuidado. Con hacer vino como un alimento y no como una bebida alcohólica. Como el generador de energía y nutrición que es».
6) Ruiz: vuelve la rotisería del barrio aggiornada / Ruiz Huidobro 1900.
A la hora de elegir Núñez, Pedro Díaz Flores se focalizó en la potencialidad e importancia del concepto barrial. «Apuntamos a reivindicar la vieja rotisería de barrio que fue desapareciendo poco a poco pero sigue anclada en las costumbres del porteño», dice.
Ruiz es una propuesta para comer y llevar. Es esa idea que surge cuando tenés invitados pero no ganas de cocinar. O hambre pero no ideas. Su caballito de batalla es la milanesa de bife de chorizo y el pollo al spiedo.
Si estás de paso, hay una gran variedad de croquetas y, hasta la medianoche, podés degustar un vinito seleccionado por la sommelier Agustina de Alba para acompañar. ¿La clave de hoy? A LISA Malbec de Bodega Noemía.