Una encuesta de la consultora Poliarquía hecha sobre 2.500 casos reveló, en abril pasado, que el 53% de los argentinos había sufrido cefalea en el último año. Pero la contracara de la “masificación” del dolor de cabeza es que muchos pacientes que padecen cuadros menos “livianos” ignoren la real causa -y la potencial gravedad- de esos episodios. Porque mientras la cefalea suele ser el síntoma de cuadros múltiples y bien conocidos (insolación, malestar estomacal, gripe, hipertensión…), también puede ser producto de un par de enfermedades propias de la predisposición biológica de la persona.
Básicamente, migraña, además de dos tipos de cefalea llamadas “tipo tensión” y “en racimo”. ¿O sea que el dolor de cabeza es tanto el síntoma como la enfermedad? “No”, explicó María Teresa Goicochea, neuróloga referente de FLENI, que habló con Clarín minutos después de haber aterrizado de Dublin, Irlanda, donde participó del Congreso Internacional de Cefaleas: “La migraña está socialmente aceptada como un dolor de cabeza, pero en realidad ése es uno de los varios síntomas, y no representa a la migraña en sí. El tema es no interpretar que todo dolor de cabeza es migraña, ni que quien tiene migraña sólo tiene dolor de cabeza”.
Ocuparse de clarificar estas cuestiones tiene sentido en estos días, cuando la Sociedad Neurológica Argentina impulsa la “Semana de la cefalea” (del 9 al 16 de septiembre), en tándem con otra campaña focalizada en una condición que afecta al 10% de la población mundial: la migraña.
Goicochea señaló cierto desencuentro entre médicos y pacientes: “Menos del 50% de quienes tienen estos cuadros hacen la consulta con el especialista, y encima muchas veces los propios médicos no los diagnosticamos adecuadamente, por lo que no reciben el tratamiento adecuado para mejorar su calidad de vida”.
Con esta perspectiva coincidió Lourdes Figuerola, jefa de la División Neurología del Hospital de Clínicas: “Hay una demora en la consulta y en el diagnóstico. El responsable de lo primero es el paciente. Lo segundo le toca el médico. El tema es que son consultas que llevan mucho tiempo, hay que preguntar, contener y entender lo que le pasa al paciente porque el diagnóstico es clínico. Podemos pedir estudios complementarios, pero quizás sean perfectamente normales”.
Náuseas, vómitos, irritación frente a la luz (fotofobia) son algunos de los síntomas comunes en los ataques de migraña, un cuadro en el que sobresale el dolor de cabeza intenso, que puede durar entre 4 y 72 horas. Por el grado de perturbación que produce en el paciente (con limitaciones físicas e intelectuales), la Organización Mundial de la Salud reconoció a los ataques de migraña severa en el sexto lugar del ranking de enfermedades “discapacitantes”. ¿Por qué poner el acento en la migraña? Goicochea lo aclaró: “Si bien es más prevalente, la cefalea tensional no genera esa discapacidad. En cambio, la cefalea en racimos es todavía más discapacitante, pero menos prevalente en la población”.
Todo contrasta con la dificultad de diagnosticar a los pacientes, señaló Figuerola: “Como no se considera que el dolor de cabeza sea una enfermedad, el paciente tiene vergüenza. La gente le dice, ‘¿y por un dolor de cabeza no vas al cine?’ o ‘¿cómo vas a faltar al trabajo por eso?’”
“Otros pacientes (siguió Figuerola) no vienen al consultorio porque creen que, por ejemplo, tienen un ataque al hígado, cuando en realidad es al revés: parte de la crisis de migraña son náuseas y vómitos. Y lo que también vemos mucho es que llegan a la consulta cuando están tomando una cantidad importante de medicación, con lo cual se produce a veces otro cuadro, que es la cefalea por exceso de analgésicos. El que tome más de 4 analgésicos por mes debería hacer una consulta para ahondar en la razón de esa necesidad”.
Pero cada caso es diferente y la consulta con un neurólogo es fundamental. Por dar un ejemplo, de quienes sufren cefaleas 15 veces al mes y contabilizan 8 episodios de auténtica migraña, se dice que padecen “migraña crónica”. En cambio, si el número de ataques es menor, se habla de “migraña episódica”. Y son las mujeres las que sufren más estos cuadros: de hecho, hasta tres veces más que los hombres.
Según Goicochea, la clave del diagnóstico reside en tomar la vía de aprender a entender los síntomas “premonitorios” (fase pródromo), que de algún modo “avisan” que vendrá una migraña: “Cuando a la persona le va a venir un ataque se siente más cansada, con ganas de comer ciertas cosas, quizás dulce, le empieza a molestar la luz, se siente irritable y empieza a bostezar pero no por cansancio. El 20% de los pacientes empieza los ataques así. Para saberlo, el médico le tiene que preguntar algo tan menor como si bosteza mucho, y pedirle que lleve escrito un registro de las cefaleas”.
A quien le parezca que las cefaleas o migrañas son “cosa de abuelos”, hay reportados “casos de chicos con migraña desde los tres años”, señaló Goicochea. Y a quien livianamente ligue estas enfermedades con el nocivo estilo de vida que llevamos en el siglo XXI (mal alimentados, sedentarios, devotos del smartphone…), otra aclaración de la experta: “Las cefaleas intensas están reportadas ya desde (el médico griego de comienzos del siglo II) Galeno. Hay incluso papiros de la época de los griegos, con los dibujitos de una lagartija o cualquier otra cosa fría puesta en la cabeza. Todo para apaciguar el dolor”.