Desde hace tiempo vecinos de distintos barrios de la Ciudad nos organizamos en defensa de históricas y tradicionales salas de cine. La lista es larga:
El Cine Aconcagua de Villa Pueyrredón, el Cine Teatro Tarico en la Paternal,
El Progreso de Villa Lugano, El Urquiza de Parque Patricio, El 25 de Mayo en Villa Urquiza y el Cine El Plata en el barrio de Mataderos.
Los vecinos que llevamos adelante la defensa de estos espacios tenemos distintas formas de organización, con más o menos participación de organizaciones sociales o políticas y a lo largo de los años han diferido los momentos de intensidad y auge del reclamo.
Cada una de estas salas tuvieron un punto de partida distinto en cuanto a la propiedad del inmueble, la suerte que corrieron luego de su cierre, el abandono o la explotación comercial con destinos diversos y el futuro que pretenden darle sus propietarios, tanto los privados como los del Gobierno de la Ciudad.
La vida en los barrios y la participación artística subterránea.
Un dato a destacar es la enorme participación de jóvenes, adultos y mayores en las distintas disciplinas artísticas. Incontables grupos de teatro que renuevan estilos como el callejero, o el tradicional en improvisados y precarios escenarios.
Miles de parejas de folclore, tango y danzas que trasuntan como etnias urbanas de salón en salón. Artistas plásticos que buscan y adhieren a cuanto concurso o muestra exista para compartir con sus iguales su pasión por el color y el pincel. Músicos solistas, de bandas, orquestas en lo más variados estilos, sumados a quienes incursionan en la creación audiovisual.¿Qué relación tienen estos movimientos con la importante oferta artística de la Ciudad?
Si no fuera por este suelo fértil, por estos semilleros populares, silvestres, más o menos improvisados,
¿Podríamos llenarnos la boca de una Buenos Aires con una oferta artística de primer nivel, comparada con las grandes ciudades del mundo?
La tradicional comparación que se hace con el futbol para explicar fenómenos políticos, económicos y sociales es, además de una tentación, casi inevitable.
Es directamente proporcional la relación entre los miles de jóvenes volcados a la práctica deportiva en clubes, parques y plazas, dando luego como resultado la promoción de destacados deportistas, con la vocación artística que busca un espacio para revelar su vocación y su ingenio creativo.
Esta búsqueda de espacios artísticos, poco mensurada y estadísticamente invisible, es la que alienta y consolida los reclamos por la recuperación de las salas barriales en muchos casos enriquecida por un (importante) sentido de defensa del patrimonio histórico, de espacios que representan las tradiciones de otras épocas.
La preocupación por la preservación del patrimonio histórico, cultural y arquitectónico que contribuye a conservar el carácter y personalidad que Buenos Aires fue adquiriendo en el transcurso de su historia. Personalidad que se caracteriza por la diversidad de identidades que la conformaron.
¿Cuál es la respuesta del Gobierno de la Ciudad a esta problemática?
El gobierno de Mauricio Macri y ahora de Horacio Rodríguez Larreta fue consecuente con su política de promover los negocios inmobiliarios y mejorar el espacio público para la revalorización del valor de la tierra.
Este es un denominador común que se desentiende de los reclamos por la educación pública, la salud o los predios públicos para la práctica deportiva, con una razón, no es negocio.
Todo lo que no tenga una relación directa e inmediata con este ADN de gestión, exige esfuerzos extendidos en el tiempo de quienes intentan visibilizar estas necesidades.
Es el caso del Cine Aconcagua, en el cual los vecinos de Villa Devoto lograron que la Legislatura porteña apruebe una ley para expropiar el inmueble. Sin embargo,
Mauricio Macri al frente del Ejecutivo porteño y el entonces ministro de cultura, Hernán Lombardi, vetaron la decisión que había contado con el apoyo de sus propios legisladores. La lucha por evitar la demolición del Cine Urquiza, que cuenta con la particularidad arquitectónica de ser la única sala con techo corredizo, en la cual se veían películas en blanco y negro a la luz de las estrellas, encuentra a los vecinos enjuiciados por el propietario del inmueble, por “perjudicar su beneficio inmobiliario”.La Lucha de Mataderos por el Cine El Plata.
El Cine 25 de Mayo y El Plata de Mataderos tuvieron otro punto de partida.
Las dos salas, producto del reclamo de los vecinos, fueron adquiridos por el Gobierno de la Ciudad en el periodo de Aníbal Ibarra como Jefe de Gobierno y Gustavo López como Ministro de Cultura.
El 25 de Mayo fue puesto en valor y se logró rescatar una sala de gran valor arquitectónico y cultural.
En tanto, la suerte fue esquiva para El Plata durante el cambio de época en la Ciudad. Cuando en el año 2007 Mauricio Macri manifestó su intención de demoler el Cine para construir un CGP, los vecinos nos organizamos y acudimos simultáneamente a la Justicia, a la Legislatura, logramos la adhesión de 12.000 vecinos con su firma, hicimos proyecciones en la puerta y conseguimos hacer retroceder la piqueta. Obtuvimos el compromiso de Hernán Lombardi de construir el Centro Cultural reclamado al gobierno anterior.
Pero concluida la primera etapa (apertura de dos microsalas en el 2011) tuvimos que acudir (nuevamente) a la Justicia para que intervenga e intime al gobierno a concluir la segunda y definitiva etapa.
En 2013 se reiniciaron las obras, se licito a la empresa Teximco por un monto de 25 millones de pesos, de los cuales se abonaron 20, la obra avanzo solo un 60% y desde octubre de 2015 está paralizada y las microsalas cerradas.
El inmueble se está deteriorando, las goteras en el techado (nuevo) arruinan alfombras, butacas y paredes.
Las autoridades afirman que no cuentan con fondos para terminar el Centro Cultural.
Es decir, que no tienen dinero para cumplir con una sentencia judicial y una ley: la de protección del Cine El Plata como patrimonio.
Así las cosas, los vecinos de la Coordinadora en defensa del Cine El Plata, el 5 de agosto volvimos a la Justicia, hartos de no ser escuchados y de que el Cine se transforme en un monumento a la desidia y el desprecio por la cultura en nuestros barrios.
A la suerte corrida por los reclamos por las salas barriales podríamos sumar el azaroso camino del teatro Colon o el Teatro San Martin, pero esa ya es otra historia.